En el verano de 2019 terminé de escribir una novela a la que he dedicado muchas, muchas horas de trabajo y mucha, mucha ilusión. De la novela en sí no os voy a hablar todavía («Spoilers», como diría la doctora River Song), solo os diré que es novela gótica. Lo que os voy a contar en este post es la historia de cómo se ha ido gestando.
Un camino largo, de esos con mil recovecos en los que te vas deteniendo aunque no quieras. Y muy bonito.
Todo comenzó en 2009 (sí, diez años antes) mientras hacía fichas para un juego de rol con mis amigos. Al crear la historia de mi personaje se plantó la semilla de una idea en mi mente, que fue poco a poco creciendo en mi interior y que ha ido tomando forma a lo largo de estos años.
Entre 2009 y 2015 apenas escribí un par de capítulos. Dediqué mucho tiempo a soñar despierta con la trama, los personajes… y todo ello fue madurando dentro de mí. Pero no conseguía sacar tiempo porque, entre otras cosas en esos años me casé, mi madre enfermó, tuve a mi primer hijo (Daniel), dejé mi trabajo para montar un negocio como fórmula de conciliación y tuve a mi segunda hija (Alicia)… así que llegué derrapando de lado a 2015.
Ese año, mi marido se sentó conmigo y me dijo que si no dedicaba un tiempo fijo a escribir la novela, no la escribiría nunca. ¡Qué razón tenía! Así fue como empecé a dedicarle una tarde a la semana a la escritura. Y luego dos. Así, poquito a poco, con unas 4-5h de escritura por semana fui poniendo un montón de palabras todas juntitas hasta terminar. Casi 120.000 palabras.
Mi marido ha sido todo este tiempo mi apoyo y mi sparring, ha leído al menos media docena de versiones de la novela «por entregas», desde los primeros capítulos hasta el manuscrito. Y me ha ido metiendo caña, diciéndome que cosas muy razonables como que me pusiera plazos (que yo he ido esquivando con todo éxito). Ahora en serio: él ha leído mucho y tiene una capacidad de análisis muy buena, por lo que me ha ayudado un montón a depurar la trama, a detectar incoherencias graves, etc.
Me tomó un año entero revisar ese primer borrador y dejarlo enteramente a mi gusto. Debería haber sido menos tiempo que un año, pero ya sabéis que en primavera de 2020 pasaron una serie de cosas que, bueno, digamos que nos trastocaron los planes a todos.
Pero, por fin, al llegar el verano metí un buen apretón y terminé de revisar. El pasado 12 de agosto di otro paso muy importante: registrar la novela y mandarla a mis lectores beta. Media docena de personas maravillosas que llevaban tiempo esperándola y la leyeron de cabo a rabo. ¡De hecho, la mayoría de ellos lo hicieron dos veces! Me da casi vergüenza decirlo porque soy una persona muy afortunada. Los que escribís sabéis lo que vale un buen lector cero y sinceramente, todos ellos pusieron mucha ilusión, atención y ganas en revisar cada página.
Me dieron un montón de buenas sugerencias, me ayudaron a cuestionarme datos y detalles… Resultado: había que hacer más cambios. Os voy a ser sincera, con toda la pandemia y el esfuerzo que había hecho para revisarla justo a comienzos del verano no me sentí con ganas de ponerme a ello.
Así que procrastiné. Pero la mente tiene extrañas maneras de venderse a sí misma la procrastinación, ¿y sabéis qué hice yo? ¡Empecé otra novela!, ¡y escribí un cuento navideño que autoedité y lancé en Amazon! Todo esto me tuvo adecuadamente entretenida para que tuviera la sensación de avanzar mientras no me ponía con la novela. Mi faceta procrastinadora no es vaga, pero es muy retorcidilla.
Y con el nuevo año me dije: «bueno, ya está bien». Hay que arremangarse y currar. Así que me puse seria conmigo misma y eché horas hasta hacer todos los cambios que, en conciencia, requería el manuscrito ahora que mis bondadosos beta me habían regalado su tiempo y me habían señalado más errores y pequeñas inconsistencias.
Este mes de enero he dado un nuevo paso adelante; he contratado a una correctora que elaborará un informe de lectura y después hará una triple corrección: ortotipográfica, de estilo y una más profunda a nivel narrativo. Ya os hablaré en otro post sobre en qué consiste cada una de ellas porque es bien interesante. Además, la fortuna ha querido que haya dado con una profesional buenísima con la que estoy encantada porque estoy aprendiendo mucho. Ya os hablaré de ella.
Y hasta aquí os puedo contar, porque le envié el manuscrito el pasado 24 de enero.
¿Me acompañáis en el resto de capítulos de esta historia? Prometo iros contando por aquí.
¡Vaya aventura! Haber llegado hasta aquí con tantos tropiezos y trabas ya tiene un mérito tremendo.
Tengo el honor de ser una de los lectores beta, y puedo decir bien alto (no pongo mayúsculas porque soy educada, pero las pondría) que la novela es una pasada. Estoy deseando verla publicada para poder leerla por tercera vez… y cuarta, y quinta.
¿Qué haría yo sin ti? 🥰 Y que lo digas tú además con el talento que tienes, tela marinera. ¡A tus pies!